Dedicado a mis abuelas sentimentales Elsa de Cappuccio † y Carolina Bermejo de Soto quien murió en la noche del 27 de septiembre de 2018

A finales de los años mil novecientos treinta Elsa Carolina estaba por cumplir sus dieciocho años, daba clases a los niños de primaria en el colegio Inmaculada y tenía muchos admiradores. —Y ¿Cómo no? —decía su madre, Doña Brunilde si su hija mayor era muy hermosa y ella misma la había preparado para ser toda una ama de casa. —Ya Elsa Carolina está lista para casarse: Sabe cocinar, coser, lavar, planchar y mantener una casa brillocita como un sol —repetía con mucho orgullo ante sus vecinas las tardes de los martes en que se reunían a tomar café.
Así pues, les insistía a sus hijos mayores que le presentaran a la joven casadera lo mejor de sus amistades para que tuviera la oportunidad de contraer matrimonio lo más pronto posible. —Una mujer a sus veinte años debe estar casada y esperando a su primer hijo —le comentaba muy sabiamente a su hija todos los días para que fuera escogiendo novio. —Sor Juana dice que un noviazgo debe durar por lo mínimo cuarenta meses para que los contrayentes puedan conocerse bien y yo a eso le añado el poder preparar la boda del año, porque los pormenores de una ceremonia como esa quitan mucho tiempo, hija mía —hacía hincapié doña Brunilde para que Elsa Carolina tomara consejo. —Mi abuela siempre me decía: “si en la vida quiere vivir debe ver, oír y callar” —le repetía una y otra vez a sus hijos, quienes la escuchaban muy atentos y con todo respeto mientras comían.
Hasta que por fin llegó el día en que la joven acogió los consejos de su madre y aceptó a uno de sus pretendientes quien tuvo la vivacidad de ir a verla a su colegio y ganarse la confianza de sus alumnos que le insistieron a su maestra en admitir al General Norberto como su novio porque era guapo y trabajador ocultando que además les llevaba caramelos a todos para que le hablaran bien de él a Elsa Carolina. La bella maestra era muy querida por sus estudiantes, porque se negaba a pegarles y gritarles cuando se portaban mal; acciones que para la época eran muy comunes en los planteles educativos.
Ella por el contrario les decía cosas como: “Ustedes me van a entender si se callan”, “ustedes prefieren la clase o el estar hablando tonterías”. Causando un inmediato cambio en la actitud de los niños quienes hacían silencio y escuchaban con atención a su maestra. Cuando Elsa Carolina no iba al colegio se preguntaban: ¿Dónde está la señorita? Y corrían a su casa a buscarla.
Cuando el General Norberto y Elsa Carolina se casaron, el marido le prohibió seguir trabajando e incluso no le permitía salir sola a ninguna parte. Los niños continuaron preguntando por la señorita y fueron a su nuevo hogar a buscarla, pero su esposo no le permitía verlos. —Esos no son sus hijos —le recriminó hasta que dejaron de preguntar por ella.
Con el tiempo, Elsa Carolina, se habitúo tanto a las labores domésticas y a su soledad que cuando nació su prole comenzó a relatarles historias fantásticas de princesas y sirenas en las que las heroínas siempre alcanzaban sus sueños y eran los seres más felices de la tierra.
Un día la encontraron dormida con una gran sonrisa y sin aliento. Se encontraba en el cielo rodeada de ángeles quienes la llamaban “Señorita” con un coro muy melodioso y risueño…

Tomado de Historias para Ana: Génesis de Nasbly Kalinina

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